lunes, 28 de mayo de 2012

Otoño en Santiago

Nota:
Hola, estoy tratando de darle forma a varias ideas que tengo en la cabeza, esto es lo que he logrado escribir hasta el momento. Cualquier comentario y/o sugerencia es muy bienvenido.
Gracias!

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Miró por la ventana.
El día seguía ahí, frío y con tonalidades grises. El viento hacía volar las hojas rojizas del otoño, cargando de nostalgia sus pensamientos.

Observó detenidamente su celular. ¿Por qué no llamaba? llevaba toda la tarde esperando ansiosamente su llamada. El tiempo que había transcurrido desde la última vez que se habían visto parecía incontable, interminable.

-Oye M, ¿vienes con nosotros?- Le preguntó su amigo.
Ella estaba ahí, pero seguía absorta en sus pensamientos. Sabía que debía llamar a Z, pero no sabía como decirle, como explicarle.

Había sido hace dos semanas que finalmente se conocieron.

Anteriormente habían cruzado miradas. Z la había visto mientras cruzaba apuradamente por el parque que el frecuentaba durante las tardes de primavera. Ella caminaba distraída, con varios libros en la mano, absorta de lo que sucedía en el mundo.
Su pelo despeinado le daba un toque de dejo, pero resaltaba su naturalidad, a la cuál Z le pareció delicadamente perfecta.
Mientras seguía con su camino, accidentalmente cruzó la mirada con Z, quien la miraba fijamente y pareció salir de su estado de letargo por un instante, para luego proseguir por su rumbo incierto.
Z retuvo la imagen de ella en su mente, esperando poder reencontrarse algún día con ese rostro.

Esa noche Z soñó con un laberinto, cuyas paredes estaban compuestas de rostros desfigurados que parecían tratar de decirle por donde se encontraba la salida; pero Z avanzaba en círculos y las palabras de los rostros le llegaban como si estuviese escuchándolos debajo de agua. Lo invadió la angustia.

Despertó en la madrugada, no podía dormir después del sueño que tuvo.

Tomó el libro que había estado leyendo antes de acostarse. Lo había comprado en una tienda de libros usados. En el se encontraban las anotaciones de la persona quién lo había leído anteriormente. Su letra era críptica y Z no alcanzaba comprender lo que había escrito. El libro trataba sobre los Mayas, y sobre una máscara antigua, era un libro de un autor peruano desconocido. 

Lo puso a un lado y pensó en escribir, puso música y encendió un cigarrillo.

Mientras el rock de los 60's sonaba como música de fondo, reflexionó sobre el párrafo que acababa de escribir.

Por el momento las oraciones que escribía carecían de sentido alguno, pero el presentía que lo llevaban a algún lado, y decidió seguir con el relato, para ver hasta que nivel de profundidad de su mente lo podría llevar.

La historia versaba sobre un escritor, que noche tras noche encendía cigarrillos y escribía historias que no tenían forma alguna, solo escribía torrentes de pensamiento que iban y venían, sin comienzo ni fin.

Se trataba de ideas que rondaban por su mente a diario, que iban desde grandes teorías sobre el funcionamiento de la sociedad, hasta trivialidades de lo más banales, pero con cada idea que llegaba a su mente encontraba una incontrolable necesidad de atraparla escribiéndola, para sentir que todavía quedaba en el algún sentido de estar en contacto con el mundo real.

Continuó escribiendo..

El teléfono sonó.. "¿contesto o no contesto?" Z piensa en contestarlo, pero luego prefiere dejarlo sonar.
Pensó en como con cada decisión que escogemos en esta vida se abre infinitos posibles caminos alternativos, y que eventualmente llevan al mismo lugar: la muerte, la única certeza absoluta que existe en este mundo aleatorio.

La música siguió sonando, un estridente solo de guitarra que va acompañado de notas más bien nostálgicas, que lo transportan a un mundo imaginario al que el llama pasado, pero que solo se compone de recuerdos sobre cosas que nunca sucedieron.

Sus horas de concentración suelen ser mayores a altas horas de la noche, y es por eso que opta por vivir en un constante desvelo, para aprovechar la inspiración que llega con la luna. Sin embargo esa noche algo lo mantenía inquieto, presentía algo, y ello no lo permitía transformar sus pensamientos con la facilidad usual. Luego de dar vueltas a las palabras de forma infructuosa, decidió salir a recorrer las calles nocturnas de aquella extraña ciudad, en la cual llevaba más de un año viviendo, pero a la cual realmente no conocía (al menos no sus formas nocturnas).

Cuando salió de su departamento, escuchó las risas que venían de otro piso en su nivel, bajó el elevador y cruzó la puerta de entrada del edificio para salir a la noche fría. En su camino hacia el metro, lo acompañaba una perfecta luna llena que iluminaba toda la ciudad, mientras parejas sin rostros pasaban a la par de el, charlando, riendo.

Bajó las escaleras y accedió a la plataforma del metro, en el lugar imperaba un silencio ensordecedor, mientras tanto él pensaba que realmente no tenía ningún rumbo preciso hacia el cual ir, al igual que las historias que escribía.

Decidió que bajaría aleatoriamente en la sexta parada después de subir, sin cuestionarse el porqué de ese número, tan azaroso como sus infinitas posibles realidades.

Subió al metro, y sacó nuevamente el libro. Abrió el libro en la página 57 y leyó: "..hoy por fin la inmensidad fue tibia y fugaz, como el sol."

Sonó el altavoz, era su parada. Cerró el libro y descendió del metro a paso lento.

Al salir a la calle, lo invadió una sensación de emoción y nostalgia, todo entremezclado con el frío de la madrugada. Caminó por unos minutos, contemplando los carros que pasaban, disfrutando de las formas de los edificios a la luz lunar, escuchando conversaciones lejanas entre transeúntes que le llegaban como voces en un sueño. 

Finalmente, entró en el primer bar que encontró al lado del sendero por el cual había divagado minutos atrás.

El ambiente era agradable, había mucha gente conversando entre si, la música de fondo era algo así como de los 80's

Tomó asiento en la barra y ordenó una cerveza, luego sacó si libro y continuó leyendo:

"Había estado ahí por años, escondida en las entrañas de la selva, esperando ser soñada...

Transcurrían dias calurosos en aquella época del año; justo llegaba el solsticio de verano y el maíz brillaba como el oro bajo el párpado caído de la tarde.

Por la noche reasumían sus posiciones de batalla. Los mayas cercaban el territorio tolteca con cautela y las batallas eran cada vez mas férreas y cruentas.

Ambos bandos evocaban en macabros rituales a demiurgos sacrílegos e iracundos, en cuyo nombre derramaban la sangre que teñía los riachuelos afluentes de los erráticos paisajes.

El avance era pausado, pero la victoria se antojaba cerca para Hamburú, cuya expensión imperial, sometía sin piedad a los pueblos rebeldes de las antiguas dinastías.

La noche antes de sitiar la ciudadela de Tinamit Ara, Hamurú, con su rostro expuesto a la luna llena, soñó con una pirámide de infinitas proporciones, cuyo acceso asimilaba a un laberinto. Ésta irradiaba un dorado de inimaginable pureza y a su alrededor una multitud intentaba torpemente acceder su entrada, vedados de sus secretos por ser simples mortales.

Él sabía perfectamente que había sido llamado a ese lugar con el propósito de ser retado, los dioses de otras dimensiones buscaban poner a prueba su poder."

Al voltear la hoja, su lectura fue interrumpida por una sonrisa, una chica que lo miraba curiosamente mientras el se escondía detrás de su libro.

-"Hola"- le dijo ella. "¿Qué lees?"

..continuará...

domingo, 27 de mayo de 2012

Lluvia

Llueve, hace un mes que la lluvia no ha dejado de caer.

La ciudad lentamente se ha teñido de gris, con sus edificios dormidos, y sus montañas despejadas, cargadas de nieve.

Mientras observo las calles vacías desde mi ventana pienso en los laberintos, en la fragilidad humana, en la irracionalidad de los sentimientos.

Pero sobre todo pienso en ti, en tus ojos, tu sonrisa y en cuanto me gustaría que estuvieras aquí, navegando conmigo en este mar de sábanas, mientras nos refugiamos de la lluvia, esta lluvia interminable tan cargada de nostalgia.

Escucho los carros pasar sobre el pavimento mojado y recuerdo lo aleatorio de los caminos de la vida, que me han llevado a estar aquí contemplando la ventana y a ti a estar flotando entre mis pensamientos.

Mañana seguramente seguirá lloviendo, y yo seguiré aquí, esperando sin esperar.

domingo, 6 de mayo de 2012

Sobre la percepción del tiempo..

Leyendo a Murakami, me encontré con esta conversación sobre el tiempo:

Al atardecer, cuando se llevaron al padre a la sala de análisis en la camilla de ruedas, Tengo bajó al comedor, se tomó un té y llamó a Fukaeri desde el teléfono público que había allí.
-¿Alguna novedad? -le preguntó Tengo a la chica.
-Ninguna en particular -contestó ella-. Lo mismo de siempre.
-Tampoco yo tengo nada que contarte. Hago lo mismo cada día.
-Pero el tiempo pasa.
-Cierto -dijo Tengo. El tiempo avanzaba día a día. Y lo que pasa ya nunca puede volver atrás.
-Hace un rato apareció un cuervo -comentó Fukaeri-. Un cuervo grande.
-Ese cuervo viene todas las tardes a nuestra ventana.
-Hace lo mismo cada día.
-Eso es  -dijo Tengo-. Igual que yo.
-Pero él no piensa en el tiempo.
-Los cuervos no tienen por qué pensar en el tiempo. Los únicos que poseemos la noción del tiempo debemos ser los humanos.
-Por qué.
-El ser humano concibe el tiempo como una línea recta. Como si fuera un palo largo y recto en el que tallara muescas. En plan: aquí delante está el futuro, aquí atrás el pasado y ahora nos encontramos en este punto. ¿Lo entiendes?
-Quizás.
-Pero, en realidad, no es una línea recta. Carece de forma, en todos los sentidos. Pero como nosotros somos incapaces de concebir algo sin forma, por conveniencia lo imaginamos como una recta. Los seres humanos somos los únicos que podemos transponer de ese modo los conceptos.
-Pero quizá nos equivocamos.
Tengo reflexionó sobre lo que acababa de oir.
-¿Quieres decir que quizá nos equivocamos al concebir el tiempo como una línea recta?.
Fukaeri no respondió.
-Claro, es posible. Quizás el tiempo no sea en absoluto una línea recta. a lo mejor tiene forma de donut retorcido -siguió Tengo-. Pero el ser humano seguramente lleva miles de años viviendo de esta manera. Es decir, siempre ha actuado bajo la premisa de que el tiempo es una línea recta que se extiende hasta el infinito. Y hasta ahora nunca se ha detectado algo que lo refute o lo contradiga, así que, en base a las leyes empíricas, debe ser correcto.
-Las-leyes-empíricas -dijo Fukaeri.
-Después de someterla a numerosas pruebas, se puede determinar si una premisa es correcta, si funciona o no en la realidad.
Fukaeri permaneció callada. Tengo no sabía si lo había entendido.
-¿Estás ahí? -preguntó para asegurarse de que seguía al aparato.
-Hasta cuando te vas a quedar -preguntó Fukaeri sin entonación interrogativa.
-¿Que hasta cuándo me voy a quedar en Chikura?
-Sí.
-No lo sé -se sinceró Tengo-. Lo único que puedo decirte es que voy a quedarme mientras sea necesario. Y ahora mismo lo es. Quiero ver como evolucionan las cosas durante un tiempo más.
Fukaeri volvió a quedarse callada. Cuando se callaba, todo indicio de su existencia desaparecía.
-¿Estás ahí? -volvió a preguntar Tengo.
-No pierdas el tren -le advirtió Fukaeri.
-Tendré cuidado -dijo Tengo-. No voy a perderlo.