martes, 19 de febrero de 2013

Mi sueño de hoy, ayer.

Así, el humo, los cigarrillos, las cenizas. La ropa tirada por la casa, platos sucios en la cocina.
Una casa fría y oscura, que más decir. Cortinas cerradas, para refugiarme de la calle, de los transeúntes, de los árboles allá afuera. Atrincherame en la nostalgia, en la música, esperando desprenderme del mundo.

Mejor dormir, mañana será mejor.
Soñar con el mar, lejos, 
         lejos.

Al caer en el sueño todo daba vueltas, la música, las luces. Me envolvía la euforia, saberme parte de aquella ciudad, de sus habitantes,
         sus fiestas.

Era un sueño de luz.

Recuerdo que las hojas resplandecían mucho más en otoño. Los árboles en llamas, mientras la ciudades ardían. La luna observaba todo, se reía conmigo. Las crueles ciudades se derrumban ante mis ojos. Sigo soñando.

Ya nunca más pude ver el mar.

Al despertar, solo encontré ciudades vacías.
Pasé toda la tarde del día siguiente barriendo los fragmentos de sueño que quedaron en mi cabeza.

Hurgar entre recuerdos puede ser un rompecabezas, hilvanar historias, distinguir entre ficciones y veracidades.

Sigo intentando.

Voy a traer la escoba. Hay que barrer con lo que dejó el sueño.

Mi sueño de hoy,
          ayer.

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