sábado, 24 de noviembre de 2012

Círculos concéntricos

Oh tiempo, tus pirámides.
J.L. Borges


Soñé.
El paisaje que me rodeaba era el de una playa, todas las playas.

Con mi dedo tracé cuidadosamente un círculo en la arena. Una figura azarosa que todo lo abarcaba, todo lo contenía. Intuí (por que no lo supe hasta después), que el borde separaba lo onírico de lo real. Imaginé que al cruzarlo lograría despertar.

Después de contemplar detenidamente el errático paisaje por un instante (que en sueños puede ser una eternidad) decidí cruzar ese umbral arbitrario y visitar mi imagen paralela en el mundo real. Sin embargo, al salir del círculo contemplé horrorizado que éste estaba contenido a su vez por otro círculo más grande que había sido trazado por otro dedo tiempo atrás. 

Más que la idea de no poder escapar de un sueño, lo que me aterraba era no saberme real, imaginarme la creación de otro, un mero artificio del subconsciente, una figura producto de un imaginario ajeno a mi. 

Divagué sin rumbo buscando una salida, pensé en el mar. Conforme avanzaba la marea se retiraba y un desierto se abría ante mis ojos. Cada trece ciclos lunares me encontraba con un nuevo trazo de un círculo que abarcaba a todos los anteriores. En vano atravesé incontables líneas marcadas en la arena, solo para dar de nuevo con la soledad del desierto.

En mi travesía contemplé (¿o imaginé?) pirámides enterradas entre la arena, toda clase de ruinas absurdas, los únicos recuerdos que quedaron de los otros que estuvieron aquí antes que yo y enloquecieron de sed o desesperanza.

Abrumado ante el laberinto que son los sueños me derrumbé. 
Finalmente, después de incontables noches de insomnio, soñé dentro del sueño: imágenes caóticas, sin sentido.

Al despertar, me dediqué a escribir en la arena todo lo que había descubierto: desde mis inicios como explorador onírico, hasta éste inextricable fin.

Si ud. lector por casualidad se ha encontrado con éste texto, ésta crónica inverosímil, es porque también ud. está soñando y es ud. una ficción, una imagen creada por otro.

Con gusto puede seguir intentando buscar una salida, ya muchos lo han intentado, todos en vano. Mejor dedíquese a soñar, a esperar el olvido, hasta ser borrado de la memoria de ese otro y finalmente desdibujarse entre las arenas del tiempo.

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Soñé. 
Esta vez yo trazaba el círculo desde afuera.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

La recursividad del cotidiano


Una mirada triste reflejada en el escaparate del centro comercial. Los juguetes expuestos en la ventana bajo la luz artificial, peluches y figuritas de acción con su sonrisa plástica, sus ojos extraviados.

Afuera, pegado al vidrio, un chico observa detenidamente los juguetes, mientras su madre lo toma apresurada de la mano, dejándose llevar por el mar de personas con prisa, rumbo a lugares importantes, citas, reuniones, trabajo, hablando por celular, mientras caminan todos, al unísono, sin pensar realmente, solo caminando.

El chico se aferra a la ventana, a la ilusión que se encuentra en oferta, hasta que finalmente es absorbido junto a su mama por esa bestia silenciosa que es la rutina, el diario, el cotidiano.

Mientras se alejan, otro niño se detiene en el escaparate y observa los juguetes, empieza a soñar, mientras su mamá habla por celular y busca las llaves del auto, va con prisa porque tiene que ir a dejar a su hijo a la casa y luego al salón, a alistarse para el evento en la noche.. y así sucesivamente.

Las vitrinas solo reflejan lo que pasa, pero no juzgan, son testigos silenciosas de nuestra lenta agonía, nuestra carrera contra el tiempo, una carrera perdida de antemano, mientras nos disipamos en un mar de indiferencia, recursivamente.

lunes, 17 de septiembre de 2012

La lógica de la soledad

Demostración:
  1. ‎El infinito puede ser representado por dos espejos que se miran el uno al otro, sin saberse objeto de tal representación. 
  2. Los cuartos de motel también cuentan con espejos contrapuestos. 
  3. Por lo tanto, el infinito también puede encontrarse en un triste y solitario cuarto de motel. 
QED.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Somos todos tan barrocos, tan kitsch.

-¡Mamá!, no encuentro mi celular.
-Búscalo debajo de la cama.
-Ya busqué ahí y no lo encuentro, no está en ninguna parte.

Hace un par de días empezaron a desaparecer las cosas en la casa.

Primero fue el osito de peluche favorito de la Cata, pero ella es pequeña y no le dieron mucha importancia. Seguro se le cayó de camino al jardín y no se dio cuenta, dijo mamá.

Luego fue el gato de porcelana que le habían traído a la tía Mayra desde la China para su colección. Ella juraba que la Margarita se lo había robado, siempre le andaba chuleando su colección, diciéndole que qué bonitos los gatos en el estante del comedor.

Después fueron los lapiceros favoritos de papá. Ahí si se armó el escándalo, no puede ser que así como así desaparezcan las cosas en la casa, refunfuñaba él.

Así fueron desapareciendo más cosas, las revistas de mamá, los adornitos del jardín, la tacita de plata que le regalaron a la Cata cuando todavía era una bebé, la colección de fotos de nuestro viaje a Disney, el adorno de cerámica que le hice a papá cuando aún estaba en la escuela.

Y buscábamos por toda la casa, hasta que nos cansábamos de buscar, o nos olvidábamos qué era lo que estábamos buscando, o simplemente dejábamos de darle importancia. 

En el fondo, yo estaba contento por que desaparecieran las cosas. Siempre había detestado lo barrocos que éramos todos, nuestra casa, nos aferrábamos a todas esas cosas innecesarias que al final se convertían en una interminable colección de clichés, como nosotros mismos.

Y ni siquiera quiero empezar a hablar de la colección de gatos de porcelana de la tía, todos observándonos con sus ojos extraviados, mientras cenábamos en nuestro propio infierno de lo kitsch.

Pero lo más extraño de todo, es que lo único que no desaparecía eran las cosas en el cuarto de la abuela, los recuerdos de la fiesta de quince años, el angelito del bautizo de la Cata, los lacitos celestes de mi fiesta de graduación, los recuerditos de la boda de la prima Mariela.

A veces pienso que una parte de nosotros también vive en los recuerdos de primera comunión que guarda la abuela en la mesa de noche, aún cuando ella hace mucho que ya no está.

domingo, 12 de agosto de 2012

Fumar un cigarrillo, como en las películas

Sabés, estuve pensando y creo que nosotros deberíamos fumar, y vernos cool, como los personajes de la tele que fuman y se ven tan interesantes, y llevan vidas tan perfectas.

Pero en la vida real no es así, existe el cáncer de pulmón y toda esa mierda, además acá no existen amores eternos, y los encuentros entre personas no ocurren así, y sobre todo los dilemas morales que enfrentamos siempre son áreas grises, líneas difusas, nunca un espacio dicotómico con posiciones firmes: blanco y negro, sino algo borroso, intangible, y entre esa ambigüedad se vuelve tan difícil aferrarse a algo, no dejarse llevar.

Ahora que lo pienso, también me encanta cuando en la tele los personajes fuman un cigarrillo después de hacer el amor, y los envuelve el silencio, y solo se escucha el humo siendo expulsado por la boca,  me resulta tan poético.

Pero con nosotros no es así, a veces después de hacer el amor vos lloras y yo pienso en como me gustaría estar fumando un cigarrillo en ese momento. Pero lastimosamente no es así, no existe un guión que podamos seguir, y yo quisiera responderte, decirte algo, pero no puedo, no puedo decirte las palabras que vos queres escuchar, porque tampoco se hacia dónde nos lleva todo esto, hace mucho que decidí abandonarme a la corriente y como no se fumar, miro al techo, y trato de no escuchar como sofocas tus lágrimas en la almohada.

Sobre todo trato de no pensar en ella, que me ama, y no sabe que estoy aquí con vos, en otra cama, en un cuarto tan triste, envuelto en un silencio incómodo y todo el tiempo pensando en fumar un cigarrillo, como en las películas.

martes, 31 de julio de 2012

All the lonely people

Yo no quiero conocerlos, pero sus caras me miran, sonrientes, insistentes no me dejan de mirar, parecen estar felices, pero es como una felicidad distante, falsa, fría, de catálogo comercial. Me urgen a hacerme amigo de ellos, me dicen que tenemos muchos amigos en común, pero yo insisto que no quiero conocerlos, que ya tengo suficientes amistades.

Pero en el fondo me empiezo a sentir tan solo y pienso en ello mientras cambio de página y sus caras sonrientes siguen apareciendo y me observan y yo siento una necesidad de mirar por esa ventana, conocer sus vidas perfectas, observar como celebran sus cumpleaños y graduaciones, contar cuántas amigas bonitas tienen y yo me digo que no, que a mi no me interesa eso, pero estoy solo y me urge saber si alguien más se siente como yo, pero todos se ven tan felices en sus fotografías, parecen saber algo que yo no se, han descubierto un secreto que me niegan solo a mi, conocen la clave para no sentirse tan solos.

Por las noches ellos también me observan, mi cara también los acosa insistente, y ven mis fotos sonrientes y piensan que yo debo ser un tipo genial, que debo ser tan feliz y nunca sentirme tan solo, tan solo como ellos.

Ella me inventa cada noche

Ella era escritora, y yo la amaba, la amaba por su forma de escribir.

Los personajes de sus cuentos eran muy similares a todos mis amigos y familiares, me sentía identificado con sus poemas y yo se que secretamente ella escribía pensando en mi, aunque no me conociera.

Por las noches releía sus novelas, y me masturbaba pensando en ella, imaginándola mientras escribía, me escribía a mi.

Personalmente soy más un lector ávido que una persona dada a las letras, pero de vez en cuando yo también me animaba a sentarme a escribir, y el personaje central de mis cuentos era ella, una escritora en sus cuarentas que escribía solitariamente sobre un chico que pensaba en ella, pero ese chico era solo un personaje que ella había creado.

Por eso la amaba, porque ella me creaba a mi a través de la literatura. Noche tras noche, ella iba completando párrafos y era como si me completase a mi, como si le diese sentido a toda mi vida. Sabía exactamente lo que yo necesitaba pensar, me exponía a las situaciones que yo necesitaba experimentar; me conocía demasiado bien, aunque es difícil de explicar.

En el fondo ella no existía, solo existía en mi imaginación de escritor, pero eso yo no lo sabía, o si lo sabía pero me hacía el ciego, o el loco. Por eso no la conocía, porque yo la inventé, y ella me inventaba a mi. Es imposible que dos personas que transitan paralelamente entre historias puedan coincidir, todos saben eso, por eso insisto que no nos conocíamos.

De la noche a la mañana sus libros se convirtieron en un éxito comercial y a pesar de que en un principio me alegré mucho por su situación, luego me alarmé ante la idea de que otras personas me reconocieran en sus obras. 

Empecé a sentirme incómodo, no me gustaba sentirme tan expuesto. Ahora que lo pienso, nunca me gustó la forma en que me describía, yo trataba de explicarles a todos que yo no era así, pero todos sabían que ella me conocía mejor y que la forma en que describía al personaje de sus cuentos era mi mas fiel retrato.

Me cansé de que todos me reconocieran a través de sus obras, y ser el objeto de burlas a mis espaldas. Poco a poco dejé de salir de mi casa, pasaba encerrado el día entero, releyendo sus obras, tratando de buscar algún detalle que hubiese pasado por alto, encontrar alguna prueba de que todos se equivocaban, que el personaje era otra persona, hasta el punto en que se convirtió casi en una obsesión.

Dejé de comer, dejé de dormir, únicamente la leía a ella, con amargura. Entre más leía las hojas cargadas con sus palabras, más detestables me empezaron a parecer; deseaba nunca haber conocido su obra despreciable.

El amor que alguna vez sentí por ella fue transformándose en el más burdo sentido de odio (¡ya ni siquiera podía masturbarme pensando en ella!), hasta que un día decidí que la única solución a todo este asunto es que ella dejase de ser escritora, que dejase de seguir escribiendo sobre mi.

Transcurrió algún tiempo desde que viví aquella penosa situación, nadie supo nunca que pasó con ella, era una escritora en ciernes que tuvo un moderado éxito y prometía mucho en el mundillo literario. Pero como un sauce que se seca con el paso del tiempo, sus ficciones literarias dejaron de fluir, desapareció misteriosamente, simplemente dejó de escribir y nunca más se supo de ella.

No se como explicarles a todos que yo la maté.
No trato de excusarme de mis acciones reprochables, pero les juro que todo fue su culpa. 

Le di vueltas al asunto por noches enteras, cómo convencer a alguien que no conozco para que deje de escribir sobre mi. Realmente era un asunto muy complejo el que tenía entre manos como podrán ver.

Ahora que lo pienso, podría haber escrito un poema, cualquier cosa, una historia en la cual ambos nos hubiésemos conocido y yo le pudiese haber explicado mi situación, convencerla de que ya no escribiera más sobre mi porque era una carga excesiva, que cambiara de tema, que escribiera ensayos, o sobre animales o paisajes, de cualquier cosa excepto sobre mi. Pero habría sido demasiado difícil, porque ni siquiera yo me conozco, y la necesitaba a ella para poder inventarme.

En todo caso, ya es demasiado tarde, porque decidí eliminar todo rastro de lo que había escrito, sentí que era la única forma de deshacerme de ella y evitar que siguiera escribiendo sobre mi. En un arrebato de furia tomé todos mis libros y los tiré violentamente por la casa, arranqué sus páginas sin reparos y con un cuchillo fui apuñalándolos sin vacilar, intentando destruir por completo todas las oraciones que alguna vez había escrito sobre ella.

Extrañamente, de los libros, o de ella, emanaba un líquido rojo y espeso mientras mis manos ensangrentadas enterraban todo lo que yo había escrito sobre ella, y por ende sobre mi. Nunca entendí porqué.

Lo que si me di cuenta, es que al destruir aquellos libros con mis apuntes, también borré todo rastro de mi, algo murió en mi interior y toda la vida dejó de tener sentido alguno, yo me convertí en muchos fragmentos, en algo abstracto e inánime, muy similar a un espectro o un moribundo en estado vegetal. 

Yo trato de explicarle a la policía de que mi único crimen fue destruir mi propia creación literaria, pero ellos insisten en que encontraron su cuerpo desnudo enterrado en el jardín de mi casa, con mis huellas sobre su cadáver.

El juez dice que enfrento cadena perpetua por asesinato en primer grado.
El doctor dice que sufro de esquizofrenia paranoide y debo ser recluido en el hospital psiquiátrico.

Ahora yo no existo, o al menos eso piensa ella, que finalmente dejó de escribir libros sobre mi.
Yo ya no se ni que pensar.

domingo, 29 de julio de 2012

El caos, o la soledad en tu boca

Naturalmente no era a mi a quien buscaban tus ojos, no era yo el objeto de tu deseo. Mientras me contemplabas en la oscuridad, yo me sentía cada vez más transparente, más insignificante.

Aún sabiendo esta verdad ineludible, yo anhelaba ser tuyo, aunque sea por un instante; quería que tus ojos me miraran a mi y no a través mío; aún conociendo lo etéreo de tu naturaleza, lo impermanente de tu presencia.

Con vos no hay espacios para conceptos tan ambiguos como la moral, únicamente existe una promesa incondicional de anarquía. Pronunciar tu nombre es evocar un conjuro, hacer un llamado a la destrucción de todos los lugares comunes.

Y aquella noche yo me aferraba con la vida entera a esa promesa intangible, a tus ojos, que eran un espejo perfecto del caos, a tu boca que era como un fruto mojado, a tu pecho del cual nacía un fuego atemporal.

Posando mis labios sobre los tuyos, dulcemente, violentamente, creamos el vacío con nuestras lenguas entrecruzadas, con cada respiro entrecortado dimos luz un mundo nuevo, un mundo vasto que nos pertenecía, para que luego vos lo destruyeses sin piedad en el instante en que nuestras bocas se separaron, dejando que todo lentamente se deslizara hacia el ocaso, a tu antojo, a tu propio ritmo.

Yo te buscaba a vos, y vos buscabas otra cosa, mientras formábamos elipses con nuestras lenguas, con la luna sobre nuestras cabezas y el mundo girando incontrolable, sin sentido.

De aquel encuentro solo queda un recuerdo lejano, frío y estéril. Por que es como si vos nunca hubieses estado ahí, como si la boca que yo besé fuese la de un espectro, de una proyección que naciese de mi subconsciente.

Ante todo descubrí que aquel sentimiento que queda después de vos me era conocido, y aquella noche me acompañaba a mi, la soledad, sentado en la oscuridad bebiendo los restos de alcohol en las botellas, contemplando la sala fría, los muebles desordenados, los vasos tirados en el piso, ausente.

lunes, 23 de julio de 2012

La espera

Trató de pensar en ella, intentó evocar en su memoria la forma de su rostro, los contornos de su sonrisa, el color de sus ojos, el sabor de sus labios; pero su recuerdo rápidamente se convertía en algo borroso, como la impresión que queda luego de contemplar una luz directamente, una impresión al fin y al cabo, pero abstracta, y más que una imagen, ella se había convertido en una idea, un concepto.

Así la pensaba él, mientras sostenía el teléfono en su mano.
Nerviosamente contemplaba el papel con su número, pero tenía miedo de marcarlo, lo invadía un profundo temor de que todo ese edificio mental que había construido cuidadosamente con recuerdos de ella se derrumbase apenas escuchara su voz, apenas sostuviesen una conversación.

Mucho tiempo atrás se habían conocido, habían hecho suyas las calles inexploradas de aquella ciudad desconocida, hasta el día de su inevitable despedida. Luego solo existía el silencio del vacío que se había creado por ellos, por la distancia insalvable entre personas que llevan vidas paralelas, nunca contrapuestas.

Ahora era distinto, el ya no era él, era otra cosa que no podía descifrar y sobre todo temía descubrir quién era realmente ella, después de todo ese tiempo.

Ante todo, quería que su reencuentro fuese espontáneo, nunca forzado.
Por eso llamarla no era una opción. Solamente quedaba esperar, que se encontrasen aleatoriamente en algún parque, en una estación de metro, en una tienda de libros, en un café.

Así decidió esperarla.
Soñándola, escribiéndole poemas a diario, leyendo libros con personajes que le recordaban a ella, rememorando sus recuerdos (que eran en parte ciertos y en parte ficción).

Y la esperó pacientemente una vida entera, conviviendo con la nostalgia de alguien que desea regresar a un lugar que ya no existe (o quizá nunca existió), pero el encuentro nunca ocurrió.

Porque si la hubiese llamado aquel día, se hubiese enterado de la lamentable noticia de que ella había muerto en un trágico accidente la noche anterior.

Pero él la sigue esperando, noche tras noche, sigue a la espera de un encuentro que nunca sucederá.
Y no le recrimina nada, ni a ella ni a la vida, porque no sabe que ella ya no existe físicamente, únicamente existe como una idea en su mente, una construcción que vive indefinidamente en este mundo, en los recuerdos confusos de una persona que espera, sin ilusiones ni esperanzas creadas, únicamente espera, porque su recuerdo es más que suficiente para seguirla esperando, aún con la fatal incertidumbre de no saber si algún día eventualmente la reencontrará.



La muerte como elección

<<La vida es una espera interminable, cuya única certeza absoluta es la muerte>> pensó.
Vino a su mente un pasaje de un libro que había leído hace mucho tiempo, pero que había quedado grabado permanentemente en él: "El momento de la muerte es algo importante para el ser humano. La manera de nacer no se puede elegir, pero sí la de morir."

Miró por la ventana, y el ajetreo cotidiano de las personas continuaba, el mundo no se detenía, parecía no darse cuenta que para él la vida ya había pasado a ser algo innecesario, distante.

Aún así, contempló detenidamente su cuerpo desnudo, realizando la fragilidad del cuerpo humano, saboreando la solemnidad del momento en el cual se enfrenta a la muerte.

Todo había sido cuidadosamente planificado.
Ingirió las cinco pastillas azules, y se sentó a esperar, como tantas veces había esperado en la vida.
Y así, como una planta que se marchita después de semanas sin agua ni luz, así su cuerpo se marchitó en la soledad de su cuarto débilmente iluminado. Lo único que quedó fue un cuerpo tendido sobre una cama, un simple contenedor de carne y hueso, pero ninguna esencia, ningún rastro de lo que él fue en vida.

Pasados unos días sin que nadie supiera de él, su hermano lo visitó, como habían acordado por teléfono. Al encontrar su cuerpo inerte no se sorprendió, porque ese no era su hermano, era únicamente un cuerpo prestado que alguna vez perteneció a alguien que conoció.

Lo único que encontró aparte del cadáver fue una nota breve:
"He muerto, porque sí, porque lo he elegido conscientemente; porqué no existe libertad verdadera si no se puede ejercer libremente la opción de no vivir."

Nadie lloró, no hubieron lamentos, porque fue ante todo una decisión respetable, una muerte honesta.


domingo, 22 de julio de 2012

Buenos Aires

Buenos Aires más que ciudad, es laberinto.
Es un sinnúmero de calles aledañas inexploradas, que están ahí para ser caminadas, que esconden pequeños cafés, que evocan una especie de nostalgia, un aire de perfección literaria, como si todo fuese producto de la imaginación de un autor.

Es una ciudad que más que para ser visitada, está ahí para ser leída, caminándola sin rumbo determinado, aleatoriamente, hasta encontrar un parque donde sentarse a leer un libro por un rato, para luego continuar, esperando lo inesperado a la vuelta de cada esquina.


lunes, 9 de julio de 2012

La honestidad de tus orgasmos

Nos conocimos, si,
pero no sabíamos hablar,
nuestras lenguas eran muy otras,
nuestros idiomas incomprensibles.

Así que hicimos el amor,
nos dedicamos a hacer el amor,
por mucho tiempo,
indefinidamente.

No hablábamos,
únicamente jadeábamos, gemíamos
pero hacíamos el amor, siempre,
quizá porque no sabíamos como decir eso que sentíamos,
quizá porque era la única forma en que nos sabíamos comunicar.

Cada posición distinta que adoptábamos
era como cambiar de tema de discusión
los roces de nuestros cuerpos eran las letras,
y con nuestros movimientos formábamos palabras,
y al cerrar los ojos, y sentirnos uno dentro del otro,
las palabras dejaban de importar.

y así fue como descubrí que tus senos son como poemas,
que tus curvas sinuosas son tan dignas de explorar,
tu piel tan tersa y suave se asemeja a los sueños de infancia,
y que no hay nada más honesto en este mundo que un orgasmo tuyo.

Una noche más, me encuentro aquí,
con mi miembro erecto, palpitando,
Mientras tu te desnudas lentamente,
y yo, ansioso por estar dentro de ti,
desesperado por iniciar nuevamente nuestra conversación sin palabras,
una conversación siempre incompleta,
pero tan honesta,
tan nuestra.

sábado, 7 de julio de 2012

Té para tres

Mientras la lluvia caía insistente sobre la ciudad, ella jugueteaba con sus dedos, enrollando el mantel de la mesa en la cual estaba sentada, con su mirada perdida en la ventana, observando detenidamente los carros que pasaban sobre los charcos que se formaban en aquella calle apacible.

Visto desde afuera, aquello era un cuadro tedioso, como si el tiempo se hubiese detenido en aquel restaurante, y lo único con vida fuese ella, con su vestido morado de terciopelo, con sus cabellos despeinados y todo lo demás fuese un adorno, puesto ahí para dar contexto a una historia que se desarrollaba en torno a ella.

Pensaba en cuanto detestaba tener que asistir a aquellos eventos sociales, poner su mejor cara, saludar a todos los familiares de su novio como si realmente se alegrase de verlos, como si para ella aún fuese importante.

Era el cumpleaños de su suegra, y a pesar de los intentos por excusarse de asistir, se vio obligada a participar del evento; ¿cómo explicarles que tuvo un día de mierda, y lo último que quería era socializar? como podría explicarles a ellos la tormenta que se avecinaba, la calma inestable que ella sentía desde hace algunos días, como si todo estuviese a punto de estallar.

Su novio notaba algo distinto en ella, desde hacía algunas semanas, no era la misma. Siempre estaba ausente, ahí, cerca, pero ausente, como si flotase en el aire, difusa. Sin embargo, sus pensamientos eran inescrutables, y en sus ojos se levantaba una muralla, como para protegerla de cualquiera que tratase de ver lo que sucedía ahí adentro, en las profundidades de su conciencia.

-¿Quieres pedir algo? -le preguntó su novio, dulcemente-, mientras el mesero esperaba con cara de impaciencia a que ella ordenara.
La pregunta interrumpió su hilo de pensamientos, haciéndola regresar por un instante a aquel entorno gris y lúgubre del restaurante.

Miró la carta distraídamente, finalmente decidió pedir un té verde.

Cuando se lo trajeron, con toda la paciencia del mundo vertió una cucharada de miel en este, viendo caer lentamente la miel liquidambar en la taza y fundirse con el verde claro del agua.

En su mente seguía siempre aquella figura presente, como un espectro, ausente, pero siempre ahí, en el mismo punto; y aquella situación la perturbaba, no podía dejar de pensar en él, en los andenes, en sus conversaciones y en sus encuentros cada vez mas frecuentes.

Un beso, pensó, tan solo fue un beso. No tendría porqué importar.
Pero sabía que si importaba, que ellos habían decidido cruzar la línea borrosa que los separaba, y a partir de ese punto, ya no existía vuelta atrás.

Su novio se encontraba nervioso, quería que su novia le agradase a su madre y a su familia, después de todo, planeaba pedirle matrimonio muy pronto y ella pasaría a ser alguien muy importante en su vida.

La conversación que se llevaba a cabo en aquella mesa era insulsa, como si todos hablasen por hablar, por llenar un vacío, un silencio temido.
Mientras su cuñado charlaba sobre el resultado del partido de fútbol que había transcurrido en la tarde, sintió que su novio le tomaba de la mano por debajo de la mesa, a lo cuál ella no supo como reaccionar. Por un lado, su cuerpo sintió un escalofrío penetrante y rechazó el tacto de su mano sobre la de ella, por otro, sabía que no podía delatar su caos interior con sus acciones, con su frialdad.

Era como si en vez de una persona, realmente fuese dos, con sentimientos encontrados a cada instante; y en medio de ese caos personal, ella iba perdiendo el control, sin saber como encontrar el camino de regreso a la tranquilidad previa que había sido su vida hasta antes de conocerlo a él.

-Oye, ¿estás bien? -preguntó su novio-.
-Si, no es nada -le respondió ella-, tan solo me siento un poco mal, debe ser un resfriado.

Repentinamente, se excusó de la mesa para ir al baño.

Mientras caminaba, sintió que nacían en el fondo de ella unas ganas terribles de salir corriendo, de mandar todo a la mierda, de escogerlo a él, huir juntos hacia algún lugar muy lejano, un lugar con muchas playas, y atardeceres hermosos y cielos despejados.
Imaginó que tendrían muchos hijos, y un perro, y una casa con un jardín enorme, como un oceáno, donde todos pudiesen jugar.
Harían el amor, vivirían del amor, y charlarían sin parar por días, por años, re-descubriendose y enamorándose nuevamente con cada palabra, con cada caricia, con cada mirada.
Ante sus ojos se mostró todo su pasado y un futuro enorme, incierto, un universo privado del que solo ella y él podían participar.

Pero tomando la poca fuerza que le quedaba, decidió regresar, ante todo escogió regresar.
Lentamente, se sentó en la mesa y tomó de la mano a su novio.

Todo estará bien, se dijo.
La calma antes de la tormenta seguía ahí.

Siguió contemplando por la ventana, la lluvia no dejaba de caer.

jueves, 28 de junio de 2012

un jueves, mandar todo a la mierda y escribir

Empezar el día,
un día perfectamente planificado,
con tantas cosas por hacer.

Azarosamente tropezarte con un poema de Goytisolo,
abandonado por ahi en un rincón oscuro,
y sentir esas ganas de mandar todo a la mierda y escribir.
un jueves, con la lluvia tan gris, tan solo escribir.
convertirme en una máquina de escribir,
y escupir ideas, cuentos, poemas, toda clase de ficciones.
todo para mostrártelo a ti, que eres tan ciega.

Busco la botella,
ya no queda alcohol en esta casa vacía.
se acabó luego de la fiesta que solemnemente dimos en tu nombre
y a la cual tu decidiste no asistir.

quizá a propósito,
o quizá porque no sabías que yo existo
y que te escribo
te escribo mucho

y los jueves me da por mandar todo a la mierda,
sucumbir ante la nostalgia de la lluvia,
escribir hasta tocar fondo,
esperando renacer al día siguiente
y no sentir esa necesidad de calmar las heridas con licor
con mas poemas estúpidos
poemas que nunca existirán
porque nunca serán leídos por ti

y es que ese era su único propósito
luego da lo mismo si alguien mas los lee
ahora solo son como espectros que rondan por internet
restos de un naufragio
esparcidos entre las redes sociales
y blogs de actualidad

pero sigo escribiendo,
y cada jueves el ritual se repite,
como algo necesario
como una condición sine qua non
mando todo a la mierda,
no paro de escribir,
nunca paro de escribir.

viernes, 22 de junio de 2012

de noche, salgo a cazar la bestia

De noche,
salgo a cazar la bestia,
tomando varios tragos de aquel alcohol espeso, amargo, esa aguardiente voraz que inflama de valentía el espíritu, me armo del coraje necesario para salir a cazar.

El campo de batalla puede ser cualquier territorio, sea físico, mental o espiritual y yo me acerco sigilosamente entre el silencio ensordecedor de la madrugada.
Una vez ahí, en el lugar de encuentro, me paralizo ante el terror de lo desconocido (que suele ser tan seductor y familiar, el más claro espejo de mi soledad) y temeroso me siento ante esa bestia que es la hoja en blanco, que es el pasado, que es el futuro que me gusta imaginar;
miro a la bestia directamente a los ojos, e intento seducirla lentamente, con remedos de palabras, con fragmentos de libros que han quedado en mi cabeza, con versos védicos, con artilugios literarios;
cuando ello no funciona, le recrimino mi frustración, le escupo, le grito, la maldigo, la profano.

pero sobre todo escribo incansablemente, bajo el resguardo de aquella anestesia liquidámbar, le escribo toda clase de versos lacónicos, verborreas sin sentido, lugares comunes, experiencias sexuales sin parangón, insultos, halagos, poesías y anti-poesías.

y siempre el resultado es el mismo, construyo y deconstruyo aquella bestia, pero nunca logro atraparla, hacerla mía, y noche tras noche regreso derrotado, vencido en una batalla que ni siquiera pude iniciar.

aún así cada noche salgo de nuevo a cazar esa bestia, la que encuentro en tu mirada, la que está en las páginas en blanco, en el apego a futuros inalcanzables, en los laberintos inextricables que son mis pensamientos y emociones.

siento que ante todo, es una lucha necesaria, una lucha que para mi es alimento, una lucha que siempre valdrá la pena intentar.

miércoles, 20 de junio de 2012

Ser montaña


Todo el tiempo, una idea seguía rondando mi mente:

ser montaña, ser como una montaña, 
imponente, como un Buda, 
en un permanente estado de meditación, 
desde tiempos inmemoriales, 
sintiendo la lluvia caer sobre mi, 
sin inmutarme. 

Irradiar luz a todos los seres que habitan en mi regazo.

ser montaña, 
y ver pasar el tiempo, 
vaciando mi mente, 
y estando presente,
siempre presente.

dejar ir los pensamientos, 
incesantes, ruidosos y molestos, 
haciéndome olvidar 
que aquí está el presente, 
en la montaña, 
en la lluvia, 
en la meditación.

tratar de ser montaña, 
como un Buda, 
paciente, 
eternamente paciente.

ser libre del apego, 
del condicionamiento al mundo.

ser montaña.

viernes, 15 de junio de 2012

Kerouac, viajando.

Releyendo los vagabundos del dharma de Jack Kerouac me reencontré con este pasaje tan perfecto, una descripción tan hermosa de la montaña, de los viajes y de los eternos reencuentros:
"Me parecía que ya había visto antes el antiguo atardecer del sendero; los prados, las rocas y las amapolas de pronto me hacían revivir la rugiente corriente con el tronco que servía de puente y el verdor del fondo, y había algo indescriptible en mi corazón que me hacía pensar que había vivido antes y que esa vida ya había recorrido el sendero en circunstancias semejantes acompañado por otro bodhisattva, aunque quizá se tratara de un viaje más importante, y tenía ganas de tenderme a la orilla del sendero y recordar todo eso. Los bosques producen eso, siempre parecen familiares, perdidos hace tiempo, como el rostro de un pariente muerto hace mucho, como un viejo sueño, como un fragmento de una canción olvidada que se desliza por encima del agua, y más que nada como la dorada eternidad de la infancia pasada o de la madurez pasada con todo el vivir y el morir y la tristeza de hace un millón de años, y las nubes que pasan por arriba parecen testificar (con su solitaria familiarida) este sentimiento, casi un éxtasis, con destellos de recuerdos súbitos, y sintiéndome sudoroso y soñoliento me decía que sería muy agradable dormir y soñar en la hierba."

El indio, de Alan Mills

La búsqueda literaria me llevó a reencontrarme con éste poema de Alan Mills, siempre me pareció un poema genial, acá se los comparto:

"El indio no es el que mira usted
en el catálogo de turismo, 
cargando bultos
o llevándole comida a la mesa. 
Tampoco el que ve desde la ventanilla
y pide monedas haciendo malabares, 
ni el que habla una lengua muy otra 
y resiste fríos nocturnos. 

No, el indio está adentro, 
y a veces se le sale, acéptelo, 
aunque lo entierre en apellidos, 
aunque lo socave bien 
y niegue su manchita de infancia, 
ahí está, acéptelo. 

Y si aparece esa agua rancia, 
voraz, el aguardiente que inflama, 
ya verá que se le sale, 
el indio empuja con su fuerza de siglos, 
emerge ardoroso y se le sale, 
con lo guardado, 
con lo que dura doliendo. 

No, no es otro, 
el indio soy yo, 
a ver, repita conmigo."


martes, 12 de junio de 2012

Escritores todos, al fin y al cabo.

Escritores todos.

Los hay de todos los estilos, algunos son como albañiles, trabajan a diario cada palabra hasta lograr la estética perfecta, la literatura es para ellos una rutina, un trabajo que debe ser gradualmente perfeccionado.

También los hay difusos, aquellos que juegan con las palabras, sin poner cuidado en las reglas gramaticales, que tratan de capturar el caos de la mente en oraciones que pueden o no tener sentido.

Por otro lado, los hay silenciosos, que conviven con el silencio ensordecedor de la falta de inspiración por años y años y un día, aleatoriamente, perciben la inspiración, ella toca su puerta y se sientan a negociar; acuerdan dejar la vida pasar, dedicando noches enteras de insomnio a escribir, garabatear, hasta parir un tomo que podría ser una obra de arte o un pedazo de basura.

Los hay digitales, blogueros, a quienes la inspiración llega de 140 caracteres a la vez. Que no pueden dejar pasar un segundo sin tratar de capturar la más reciente idea que cruzó por su cabeza.

Escritores todos, malos, buenos, mediocres, desconocidos, famosos.
A todos nos unen las palabras, la necesidad de escribir, de dar rienda suelta a nuestras emociones y pensamientos sobre un lienzo de papel (real o digital).

Escritores al fin y al cabo.

lunes, 11 de junio de 2012

Instrucciones para tocar fondo

Consiga alcohol, mucho alcohol, trate de tomarlo todo directamente sin pensar en las consecuencias, idealmente hasta perder la conciencia.
Luego de revivir, tome una hoja y empiece a escribir, de ahora en adelante dedíquese a escribir.
Despierte por la mañana, tome un trago de la cerveza que no se terminó la noche anterior y escriba.
No importa si las oraciones no tienen coherencia y/o sentido, usted escriba, hasta que el fuego interno se vaya apaciguando.
Intente domar uno a uno sus sentimientos, frustraciones, rencores, y demás males con las palabras.
Imagine personajes extravagantes en las situaciones más extrañas posibles, escriba múltiples desenlaces sin lógica aparente, tan solo escriba.
Después de un tiempo, todo vendrá naturalmente (con la ayuda del alcohol por supuesto).
Ud. siga escribiendo, mientras la vida pasa ante sus narices, eso ya está demás.
Una vez en este punto talvez empiece a jugar en su cabeza con la idea de publicar alguno de sus textos; deje de soñar, porque nadie lo leerá, ese no es el objetivo, el punto es escribir, seguir escribiendo, hasta que ya no exista un fondo, sino un perpetuo abismo, un abismo lleno de letras y frases interminables, una colección de ideas sin comienzo ni fin.
Ahí se encuentra la verdad última de este mundo, en el alcohol y la literatura y en la idea de que nunca existe un fondo, sino únicamente la voluntad de seguir escribiendo para evitar recordar que hace mucho tiempo ya que todo se fue a la mierda.

instrucciones para despertar sin despertar

Amanecer.
Pensar que todo va bien en tu vida.
Recibir una cachetada metafísica, inesperada;
de esas que sacuden todo lo que habías vivido hasta el momento.
Darte cuenta que a veces el cotidiano puede ser demasiado letárgico
y entonces decidir despertar, pero no saber cómo.

...como un laberinto sin salida.
Vuelva a comenzar, hasta llegar al mismo punto en que se encuentra en este instante.
Repetir el día siguiente y así sucesivamente.

sábado, 2 de junio de 2012

Proclamación para los días de lluvia

Decidimos atrincherarnos en nuestra cama.

Solemnemente proclamamos que en los días de lluvia nos negaríamos a salir de la cama, y nos convertiríamos en navegantes, en viajeros en un mar de sábanas, nos dedicaríamos a contarnos cuentos, a inventar historias sobre un país que fue inundado por la lluvia y se convirtió en millones de islas-camas independientes, en las cuales la gente perdió la noción del tiempo y se dedicó al amor, a hacer el amor, a escribir sobre el amor, a vivir el amor.
Llovió sin parar por años y años, indefinidamente, y así nosotros navegamos incontables lunas, escondidos entre las sábanas, jugando, enrollando nuestras piernas, nuestros cuerpos, hasta convertirnos en uno y olvidarnos de todo lo demás.

Cuando finalmente salió el sol, tuve que despertar. Alistarme para ir al trabajo, leer las noticias, pensar sobre la crisis en Europa, volverme gris como el color de los edificios burocráticos.

A veces te pienso, cuando desde mi ventana veo la lluvia cayendo sobre la ciudad, sentado en la cama y recuerdo haberte conocido en alguna vida pasada, pero hace mucho tiempo que dejaste de estar aquí y yo hace mucho que he olvidado como navegar.

lunes, 28 de mayo de 2012

Otoño en Santiago

Nota:
Hola, estoy tratando de darle forma a varias ideas que tengo en la cabeza, esto es lo que he logrado escribir hasta el momento. Cualquier comentario y/o sugerencia es muy bienvenido.
Gracias!

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Miró por la ventana.
El día seguía ahí, frío y con tonalidades grises. El viento hacía volar las hojas rojizas del otoño, cargando de nostalgia sus pensamientos.

Observó detenidamente su celular. ¿Por qué no llamaba? llevaba toda la tarde esperando ansiosamente su llamada. El tiempo que había transcurrido desde la última vez que se habían visto parecía incontable, interminable.

-Oye M, ¿vienes con nosotros?- Le preguntó su amigo.
Ella estaba ahí, pero seguía absorta en sus pensamientos. Sabía que debía llamar a Z, pero no sabía como decirle, como explicarle.

Había sido hace dos semanas que finalmente se conocieron.

Anteriormente habían cruzado miradas. Z la había visto mientras cruzaba apuradamente por el parque que el frecuentaba durante las tardes de primavera. Ella caminaba distraída, con varios libros en la mano, absorta de lo que sucedía en el mundo.
Su pelo despeinado le daba un toque de dejo, pero resaltaba su naturalidad, a la cuál Z le pareció delicadamente perfecta.
Mientras seguía con su camino, accidentalmente cruzó la mirada con Z, quien la miraba fijamente y pareció salir de su estado de letargo por un instante, para luego proseguir por su rumbo incierto.
Z retuvo la imagen de ella en su mente, esperando poder reencontrarse algún día con ese rostro.

Esa noche Z soñó con un laberinto, cuyas paredes estaban compuestas de rostros desfigurados que parecían tratar de decirle por donde se encontraba la salida; pero Z avanzaba en círculos y las palabras de los rostros le llegaban como si estuviese escuchándolos debajo de agua. Lo invadió la angustia.

Despertó en la madrugada, no podía dormir después del sueño que tuvo.

Tomó el libro que había estado leyendo antes de acostarse. Lo había comprado en una tienda de libros usados. En el se encontraban las anotaciones de la persona quién lo había leído anteriormente. Su letra era críptica y Z no alcanzaba comprender lo que había escrito. El libro trataba sobre los Mayas, y sobre una máscara antigua, era un libro de un autor peruano desconocido. 

Lo puso a un lado y pensó en escribir, puso música y encendió un cigarrillo.

Mientras el rock de los 60's sonaba como música de fondo, reflexionó sobre el párrafo que acababa de escribir.

Por el momento las oraciones que escribía carecían de sentido alguno, pero el presentía que lo llevaban a algún lado, y decidió seguir con el relato, para ver hasta que nivel de profundidad de su mente lo podría llevar.

La historia versaba sobre un escritor, que noche tras noche encendía cigarrillos y escribía historias que no tenían forma alguna, solo escribía torrentes de pensamiento que iban y venían, sin comienzo ni fin.

Se trataba de ideas que rondaban por su mente a diario, que iban desde grandes teorías sobre el funcionamiento de la sociedad, hasta trivialidades de lo más banales, pero con cada idea que llegaba a su mente encontraba una incontrolable necesidad de atraparla escribiéndola, para sentir que todavía quedaba en el algún sentido de estar en contacto con el mundo real.

Continuó escribiendo..

El teléfono sonó.. "¿contesto o no contesto?" Z piensa en contestarlo, pero luego prefiere dejarlo sonar.
Pensó en como con cada decisión que escogemos en esta vida se abre infinitos posibles caminos alternativos, y que eventualmente llevan al mismo lugar: la muerte, la única certeza absoluta que existe en este mundo aleatorio.

La música siguió sonando, un estridente solo de guitarra que va acompañado de notas más bien nostálgicas, que lo transportan a un mundo imaginario al que el llama pasado, pero que solo se compone de recuerdos sobre cosas que nunca sucedieron.

Sus horas de concentración suelen ser mayores a altas horas de la noche, y es por eso que opta por vivir en un constante desvelo, para aprovechar la inspiración que llega con la luna. Sin embargo esa noche algo lo mantenía inquieto, presentía algo, y ello no lo permitía transformar sus pensamientos con la facilidad usual. Luego de dar vueltas a las palabras de forma infructuosa, decidió salir a recorrer las calles nocturnas de aquella extraña ciudad, en la cual llevaba más de un año viviendo, pero a la cual realmente no conocía (al menos no sus formas nocturnas).

Cuando salió de su departamento, escuchó las risas que venían de otro piso en su nivel, bajó el elevador y cruzó la puerta de entrada del edificio para salir a la noche fría. En su camino hacia el metro, lo acompañaba una perfecta luna llena que iluminaba toda la ciudad, mientras parejas sin rostros pasaban a la par de el, charlando, riendo.

Bajó las escaleras y accedió a la plataforma del metro, en el lugar imperaba un silencio ensordecedor, mientras tanto él pensaba que realmente no tenía ningún rumbo preciso hacia el cual ir, al igual que las historias que escribía.

Decidió que bajaría aleatoriamente en la sexta parada después de subir, sin cuestionarse el porqué de ese número, tan azaroso como sus infinitas posibles realidades.

Subió al metro, y sacó nuevamente el libro. Abrió el libro en la página 57 y leyó: "..hoy por fin la inmensidad fue tibia y fugaz, como el sol."

Sonó el altavoz, era su parada. Cerró el libro y descendió del metro a paso lento.

Al salir a la calle, lo invadió una sensación de emoción y nostalgia, todo entremezclado con el frío de la madrugada. Caminó por unos minutos, contemplando los carros que pasaban, disfrutando de las formas de los edificios a la luz lunar, escuchando conversaciones lejanas entre transeúntes que le llegaban como voces en un sueño. 

Finalmente, entró en el primer bar que encontró al lado del sendero por el cual había divagado minutos atrás.

El ambiente era agradable, había mucha gente conversando entre si, la música de fondo era algo así como de los 80's

Tomó asiento en la barra y ordenó una cerveza, luego sacó si libro y continuó leyendo:

"Había estado ahí por años, escondida en las entrañas de la selva, esperando ser soñada...

Transcurrían dias calurosos en aquella época del año; justo llegaba el solsticio de verano y el maíz brillaba como el oro bajo el párpado caído de la tarde.

Por la noche reasumían sus posiciones de batalla. Los mayas cercaban el territorio tolteca con cautela y las batallas eran cada vez mas férreas y cruentas.

Ambos bandos evocaban en macabros rituales a demiurgos sacrílegos e iracundos, en cuyo nombre derramaban la sangre que teñía los riachuelos afluentes de los erráticos paisajes.

El avance era pausado, pero la victoria se antojaba cerca para Hamburú, cuya expensión imperial, sometía sin piedad a los pueblos rebeldes de las antiguas dinastías.

La noche antes de sitiar la ciudadela de Tinamit Ara, Hamurú, con su rostro expuesto a la luna llena, soñó con una pirámide de infinitas proporciones, cuyo acceso asimilaba a un laberinto. Ésta irradiaba un dorado de inimaginable pureza y a su alrededor una multitud intentaba torpemente acceder su entrada, vedados de sus secretos por ser simples mortales.

Él sabía perfectamente que había sido llamado a ese lugar con el propósito de ser retado, los dioses de otras dimensiones buscaban poner a prueba su poder."

Al voltear la hoja, su lectura fue interrumpida por una sonrisa, una chica que lo miraba curiosamente mientras el se escondía detrás de su libro.

-"Hola"- le dijo ella. "¿Qué lees?"

..continuará...

domingo, 27 de mayo de 2012

Lluvia

Llueve, hace un mes que la lluvia no ha dejado de caer.

La ciudad lentamente se ha teñido de gris, con sus edificios dormidos, y sus montañas despejadas, cargadas de nieve.

Mientras observo las calles vacías desde mi ventana pienso en los laberintos, en la fragilidad humana, en la irracionalidad de los sentimientos.

Pero sobre todo pienso en ti, en tus ojos, tu sonrisa y en cuanto me gustaría que estuvieras aquí, navegando conmigo en este mar de sábanas, mientras nos refugiamos de la lluvia, esta lluvia interminable tan cargada de nostalgia.

Escucho los carros pasar sobre el pavimento mojado y recuerdo lo aleatorio de los caminos de la vida, que me han llevado a estar aquí contemplando la ventana y a ti a estar flotando entre mis pensamientos.

Mañana seguramente seguirá lloviendo, y yo seguiré aquí, esperando sin esperar.

domingo, 6 de mayo de 2012

Sobre la percepción del tiempo..

Leyendo a Murakami, me encontré con esta conversación sobre el tiempo:

Al atardecer, cuando se llevaron al padre a la sala de análisis en la camilla de ruedas, Tengo bajó al comedor, se tomó un té y llamó a Fukaeri desde el teléfono público que había allí.
-¿Alguna novedad? -le preguntó Tengo a la chica.
-Ninguna en particular -contestó ella-. Lo mismo de siempre.
-Tampoco yo tengo nada que contarte. Hago lo mismo cada día.
-Pero el tiempo pasa.
-Cierto -dijo Tengo. El tiempo avanzaba día a día. Y lo que pasa ya nunca puede volver atrás.
-Hace un rato apareció un cuervo -comentó Fukaeri-. Un cuervo grande.
-Ese cuervo viene todas las tardes a nuestra ventana.
-Hace lo mismo cada día.
-Eso es  -dijo Tengo-. Igual que yo.
-Pero él no piensa en el tiempo.
-Los cuervos no tienen por qué pensar en el tiempo. Los únicos que poseemos la noción del tiempo debemos ser los humanos.
-Por qué.
-El ser humano concibe el tiempo como una línea recta. Como si fuera un palo largo y recto en el que tallara muescas. En plan: aquí delante está el futuro, aquí atrás el pasado y ahora nos encontramos en este punto. ¿Lo entiendes?
-Quizás.
-Pero, en realidad, no es una línea recta. Carece de forma, en todos los sentidos. Pero como nosotros somos incapaces de concebir algo sin forma, por conveniencia lo imaginamos como una recta. Los seres humanos somos los únicos que podemos transponer de ese modo los conceptos.
-Pero quizá nos equivocamos.
Tengo reflexionó sobre lo que acababa de oir.
-¿Quieres decir que quizá nos equivocamos al concebir el tiempo como una línea recta?.
Fukaeri no respondió.
-Claro, es posible. Quizás el tiempo no sea en absoluto una línea recta. a lo mejor tiene forma de donut retorcido -siguió Tengo-. Pero el ser humano seguramente lleva miles de años viviendo de esta manera. Es decir, siempre ha actuado bajo la premisa de que el tiempo es una línea recta que se extiende hasta el infinito. Y hasta ahora nunca se ha detectado algo que lo refute o lo contradiga, así que, en base a las leyes empíricas, debe ser correcto.
-Las-leyes-empíricas -dijo Fukaeri.
-Después de someterla a numerosas pruebas, se puede determinar si una premisa es correcta, si funciona o no en la realidad.
Fukaeri permaneció callada. Tengo no sabía si lo había entendido.
-¿Estás ahí? -preguntó para asegurarse de que seguía al aparato.
-Hasta cuando te vas a quedar -preguntó Fukaeri sin entonación interrogativa.
-¿Que hasta cuándo me voy a quedar en Chikura?
-Sí.
-No lo sé -se sinceró Tengo-. Lo único que puedo decirte es que voy a quedarme mientras sea necesario. Y ahora mismo lo es. Quiero ver como evolucionan las cosas durante un tiempo más.
Fukaeri volvió a quedarse callada. Cuando se callaba, todo indicio de su existencia desaparecía.
-¿Estás ahí? -volvió a preguntar Tengo.
-No pierdas el tren -le advirtió Fukaeri.
-Tendré cuidado -dijo Tengo-. No voy a perderlo.