miércoles, 26 de septiembre de 2012

La recursividad del cotidiano


Una mirada triste reflejada en el escaparate del centro comercial. Los juguetes expuestos en la ventana bajo la luz artificial, peluches y figuritas de acción con su sonrisa plástica, sus ojos extraviados.

Afuera, pegado al vidrio, un chico observa detenidamente los juguetes, mientras su madre lo toma apresurada de la mano, dejándose llevar por el mar de personas con prisa, rumbo a lugares importantes, citas, reuniones, trabajo, hablando por celular, mientras caminan todos, al unísono, sin pensar realmente, solo caminando.

El chico se aferra a la ventana, a la ilusión que se encuentra en oferta, hasta que finalmente es absorbido junto a su mama por esa bestia silenciosa que es la rutina, el diario, el cotidiano.

Mientras se alejan, otro niño se detiene en el escaparate y observa los juguetes, empieza a soñar, mientras su mamá habla por celular y busca las llaves del auto, va con prisa porque tiene que ir a dejar a su hijo a la casa y luego al salón, a alistarse para el evento en la noche.. y así sucesivamente.

Las vitrinas solo reflejan lo que pasa, pero no juzgan, son testigos silenciosas de nuestra lenta agonía, nuestra carrera contra el tiempo, una carrera perdida de antemano, mientras nos disipamos en un mar de indiferencia, recursivamente.

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