miércoles, 23 de abril de 2014

Afuera llueve

Afuera llueve.
El monótono tintineo de la lluvia inunda la habitación, mientras yo me deslizo entre la noche.

Me arrugo debajo de las sábanas hasta hacerme chiquito, diminuto.
Soy un hombre adulto buscando consuelo en un falso útero.

Las palabras del libro que leo resuenan en mi cabeza, me llegan como si fuesen leídas por otro que está lejos, vagos murmullos que atraviesan una densa bruma.

Me hablan sobre universos distantes y futuros imaginados, y en esa narración yo me reconozco como el extranjero que soy, como la pieza que no encaja en el rompecabezas, como la figura ausente.

Garabateo rápidamente este esbozo de ideas para recordar lo efímero de las emociones, antes de que mi hilo de conciencia decida aventurarse por otros derroteros.

Afuera el viento aúlla histérico, es una bestia herida que se desangra entre callejuelas.
Me hago cada vez más pequeño.

A lo lejos, una ténue luz brota entre un océano de silentes edificios.
Una madre cobija a sus hijos, les lee cuentos, les brinda refugio en su ternura.
La respiración acompasada de los chicos marca su dulce partida hacia el ambiguo terreno de los sueños.

Y a veces uno también quisiera esa inocencia, porque todo acá es tan incomprensible.
Nadie nos dijo que seríamos lanzados a la vida tan pronto, tan poco preparados.

Afuera llueve, alguien olvidó enviar las instrucciones para armarnos.

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