martes, 12 de junio de 2012

Escritores todos, al fin y al cabo.

Escritores todos.

Los hay de todos los estilos, algunos son como albañiles, trabajan a diario cada palabra hasta lograr la estética perfecta, la literatura es para ellos una rutina, un trabajo que debe ser gradualmente perfeccionado.

También los hay difusos, aquellos que juegan con las palabras, sin poner cuidado en las reglas gramaticales, que tratan de capturar el caos de la mente en oraciones que pueden o no tener sentido.

Por otro lado, los hay silenciosos, que conviven con el silencio ensordecedor de la falta de inspiración por años y años y un día, aleatoriamente, perciben la inspiración, ella toca su puerta y se sientan a negociar; acuerdan dejar la vida pasar, dedicando noches enteras de insomnio a escribir, garabatear, hasta parir un tomo que podría ser una obra de arte o un pedazo de basura.

Los hay digitales, blogueros, a quienes la inspiración llega de 140 caracteres a la vez. Que no pueden dejar pasar un segundo sin tratar de capturar la más reciente idea que cruzó por su cabeza.

Escritores todos, malos, buenos, mediocres, desconocidos, famosos.
A todos nos unen las palabras, la necesidad de escribir, de dar rienda suelta a nuestras emociones y pensamientos sobre un lienzo de papel (real o digital).

Escritores al fin y al cabo.

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